No por anunciada deja de impactar. Con la última medición de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), la pobreza pasó nuevamente el umbral del 40% (40,1%), lo que significa que 4 de cada 10 argentinos (al menos de los grandes centros urbanos que es donde el INDEC toma las muestras respectivas) estuvieron por debajo de la línea de la pobreza en el primer semestre del año. Por su parte, la proporción de hogares pobres, mientras tanto, quedó fija en 29,2%, por la sencilla razón que las familias menos ingresos tienen más hijos y eso impacta también en mayor pobreza infantil.
Escalones.
La pobreza en Argentina parece haber trepado, una vez más, otro peldaño. La historia reciente, especialmente a partir de la crisis del 2001/2002 es que, con cada golpe inflacionario o aumento abrupto del desempleo, el índice de pobreza sube casi instantáneamente. Pero las políticas de estabilización que al final logran encausar el índice de precios no logran retrotraer la merma en los ingresos con la misma velocidad. Es lo que Agustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, que desde 2001 viene haciendo una radiografía completa de las causas y efectos de la pobreza, denomina “escalones de pobreza estructural”. En cuatro décadas fue subiendo de un 10% en los ’80, al 20% de los ’90 (también combinado con una altísima desocupación abierta) y ya en este siglo osciló entre el 30 y el 40%, con un pico en lo pero del 2002 y cierto descanso en años relativamente calmos pero que nunca pudieron bajar del 25%. El sociólogo Eduardo Donza, investigador del ODSA explica que a lo largo de todo este tiempo se fue verificando que las dos variables que inciden más en la dinámica de la pobreza son el empleo y la inflación. “Lo novedoso de esta situación es el saldo de la pandemia que afectó también a sectores medios (por ejemplo, locales comerciales que no se volvieron a abrir), a pesar de que hay un recalentamiento del consumo porque el dinero quema en las manos que parece más una muestra que no se ahorra porque no hay expectativas”, añade. En un año con alta inflación como este (124% la última medición interanual, pero con una aceleración desde agosto) se observa una especie de “sensación de riqueza” por aumentos salariales nominales y ayudas extraordinarias, de corta duración hasta que los precios lo cubren pero que alimenta el ansia por gastar.
El economista y demógrafo Rafael Rofman, especialista en políticas sociales, destaca que la incidencia de pobreza en Argentina tuvo un piso en torno al 25% (considerando la metodología actualmente en uso) por varias décadas. “Esto refleja que hay un sector de la población que tiene problemas estructurales, por lo que posibles mejoras en los ingresos promedio no llegan a beneficiarlos, y también que los problemas macroeconómicos del país han hecho que, por muchos años, sea casi imposible sostener un ciclo de crecimiento sostenido por más de dos o tres años”, comenta. En este núcleo hay una parte de la población (cerca del 20%) con ingresos muy cercanos a la línea de la pobreza: para ellos, un periodo macroeconómico malo implica ser pobres y uno bueno les permite mejorar algo. “Pero otro sector necesita que el crecimiento económico sea sostenido y, al mismo tiempo, que otros problemas estructurales (vivienda, educación, acceso a servicios) se corrija para poder mejorar en forma significativa su nivel de vida”, concluye.
Carrera de precios. Martín González Rozada es economista e investigador de la Universidad Di Tella y elabora un “nowcast de pobreza”, que estima su incidencia medida en términos del porcentaje de personas que viven en hogares pobres, en forma semestral, con actualización mensual, utilizando el IPC y las proyecciones del ingreso total familiar. Su última medición había arrojado 41,8% casi 1,7% más que el del EPH. Pero este mide un promedio del semestre (enero-junio) mientras que las estimaciones mensuales van anticipando lo que podría pasar con la pobreza en la siguiente medición en un contexto de aceleración de precios. En la primera mitad del año, el IPC subió 50% mientras que la proyección del tercer trimestre para la segunda mitad da arriba del 75%. Es que la dinámica de precios pareció haberse instalada luego de la devaluación post PASO en los dos dígitos mensuales. “El impacto principal es el de la inflación de la canasta básica total que aumentó alrededor de 115% entre el primer semestre de 2022 y el primero de 2023 mientras que el ingreso total de los hogares aumentó en promedio ‘solo’ 104% en el mismo lapso”, apunta González Rozada.
Por su parte, Manuel Mera, director de Protección Social de CIPPEC, dice que los salarios buscan seguirle el ritmo a la inflación y pocas veces lo logran. “Incluso, por los tiempos de los aumentos, muchas veces los trabajadores ven sus ingresos erosionados hasta tanto llega un nuevo salto salarial. Más aún, las negociaciones salariales son un tema delicado ya que se usan para anclar expectativas inflacionarias, y por tanto expectativas muy altas de aumento salarial a nivel agregado pueden en teoría generar expectativas de alta inflación”, subraya.
Lo que vendrá.
Como la “foto” del EPH grafica lo que pasó un semestre atrás y cuando, como en este caso, corrobora lo que intuitivamente se anticipaba, las expectativas están puestas en lo que se proyecta para la segunda parte del año, poblada de incertidumbre del efecto de la expansión monetaria electoralista. “Lo que espero es que la incidencia de la pobreza del segundo trimestre de 2023 que informen los datos del INDEC sea el piso de la tasa de pobreza que vamos a observar en el segundo semestre del año. Los datos de la distribución del ingreso de la semana pasada sugieren que la tasa de pobreza del segundo trimestre sería de alrededor de 41% y ese sería dicho piso”, concluye González Rozada.
La clave, más allá de la inflación que muchas veces nubla el escenario por estar instalada cómodamente en los tres dígitos anuales, cruza por mejorar los rasgos del mercado laboral, caracterizado por bajos salarios y la informalidad. “Además de la relación directa con la inflación, también se juegan factores de productividad que limitan la capacidad de generar ingresos en microemprendimientos y pequeñas empresas”, cierra Mera y pone como ejemplo el impulso desde CIPPEC a la política de Empleo Joven.
Como un círculo vicioso, las deficiencias macroeconómicas terminan desinflando la fuerza del mercado laboral y este conspira contra una política integral efectiva para bajar con celeridad el nivel de pobreza. Así como los menores son los más afectados por los índices de pobreza, los jóvenes son los que quedan rezagados en el ámbito laboral y discriminados al cuentapropismo o el empleo de bajísima productividad. Revertir este rompecabezas no es apuntar a una sola variable, sino combinar la estabilidad macro con la creatividad y efectividad de programas adecuados. Medir la pobreza y la indigencia es muy necesaria pero no es suficiente para impulsar una política que priorice su reducción a la mínima expresión.